Hasta hace dos semanas, era de las personas que aún no conocía Roma. Tampoco estaba en mi lista de lugares favoritos para visitar. Pero desde hace un par de meses que mi hermano y mi cuñada viven allí. Así que no había excusa para no visitarlos y de paso, conocer la capital de la civilización.
Compré mi billete de avión Bcn-Roma y para allí que me fui el jueves noche!!
Mi primera impresión no fue del todo buena. Me llevé un par de sustos en mi condición de viandante. Los conductores iban a velocidad exageradamente rápida, sin moderar al ver un paso de cebra. Solo cuando estabas a punto de pasar, se detenían en seco.
Dios, aunque mi hermano y mi cuñada estaban acostumbrados, yo sentía que me estaba jugando el tipo cada vez que me ponía a cruzar un paso de peatones. Me lo habían contado, pero no pensaba que el caos y las infracciones a la hora de ponerse al volante, fuesen de forma tan generalizada.
Dicen que las primeras impresiones son las que quedan, pero en este caso no ha sido así.
Roma es caótica, pero también es muy artística. Tanto que me ha apenado un poco no haber ido documentada en cuanto a la historia del arte se refiere. Tarea pendiente para mi siguiente visita!
El viernes madrugamos y nos fuimos a ver la catedral de San Paolo. Está un poco alejada del centro. Nos fuimos caminando y en seguida me dí cuenta del calor que hace en Roma. Yo que vivo en Barcelona, llegaba aclimatada al buen tiempo, pero allí hacía bastante más calor. Así que mi próxima visita no será en pleno verano.
La catedral me encantó. Me pareció una construcción magestuosa, muy armónica y proporcionada. Las columnas que separaban la planta en tres naves, daban sensación de robustez y estaban bien ordenadas de forma muy simétrica. Los techos estaban todos decorados con ornamentación en relieves de colores brillantes y cálidos y los laterales recogían frescos con motivos religiosos y retratos de todos los Papas de la historia.
Una de las cosas que más me ha llamado la atención del arte romano, es el protagonismo que tiene la pintura en los edificios religiosos. Los frescos decoran altares, cúpulas, laterales. Esto es algo que aquí no se ve demasiado.
Después nos detuvimos en la cafetería que había pegando a la Catedral para saborear mi primer capuccino made in Roma. Delizzioso!!
De allí nos fuimos a ver el Circo Máximo o lo que queda de él. Era guay imaginar las carreras de cuadrigas donde, los romanos se retaban alentados por los expectadores, cuyos gritos se disipaban con el ruido de las ruedas y del galopar de los caballos. ¿A qué os habéis metido en escena?:)
También allí hay un mirador al que merece la pena subir, desde donde la panorámica que se ofrece de la Roma artista es muy chula.
De allí nos fuimos para casita a descansar un poquito.
Por la tarde nos acercamos al centro a ver el Coliseo y el monumento a Victor Manuel. Es guay ver el Coliseo de planta circular, levantado a base de arcos romanos superpuestos. El paseo desde ahí hasta llegar al monumento de Victor Manuel es muy chulo. A lo largo de ese recorrido, puedes apreciar las ruinas de lo que en tiempos, era el imperio romano. Columnas o mitades ya de ellas, arcos de medio punto, paredes o piedras ya de lo que en tiempos fueron edificios opulentos.
El monumento a Victor Manuel también impresiona. Por lo que me contaron, el ilustre que da nombre a ese edificio de piedra muy blanca y grandes dimensiones, fue quien unificó el país, juntando todos los territorios que hoy conforman Italia.
Por la noche nos fuimos a Trastevere, un barrio con mucho encanto de calles estrechas, donde hay muchos restaurantes con el típico mantel a cuadros y donde puedes degustar sus pizzas y sus pastas a precios muy razonables.
El sábado cogimos el autobús y nos fuimos hasta el Vaticano, para desde allí callejear por los alrededores. Esto es lo que más me ha gustado de Roma. Callejear sin rumbo fijo disfrutando de la esencia romana de calles angostas, de adoquín (todo es adoquín, con lo que andar en tacones puede resultar toda una hazaña), casas de fachadas antiguas de persianas de madera y necesitadas de una mano de pintura, de hermosas iglesias, más por dentro que por fuera, de restaurantes de manteles a cuadros y de plazas que reúnen a multitud de turistas en torno a sus bonitas fuentes para refrescarse y descansar y ya de paso, aprovechar para hacerse un selfie. Jajaja, esa era yo!!!
A parte de éstas, también me llamó la atención que Roma conserva gran cantidad de fuentes de agua potable a lo largo de la ciudad.
Fijaos, cómo se bebe el agua a la romana, jajaja. Si no lo haces con cierta pericia puedes acabar chirriadit@.
Estando allí, nos sorprendió una tormenta "romana". La llamo tormenta romana porque no sé si por aquí me ha tocado una tormenta tan intensa y tan larga. Quizás sí, solo que cuando estás resguardada en un portal, aguardando a que amaine para poder continuar tu ruta, el tiempo no pasa rápido. Al final tras una larga espera, decidimos salir y caminar bajo la lluvia para coger un autobús que nos llevase a casa. Toda una marathon con las sandalias resbaladizas. Afortunadamente, llegamos a casa chirriadit@s pero, sin lamentar resbalones ni nada parecido.
Por la tarde, cuando ya había escampado, retomamos la ruta que habíamos dejado a medio terminar y nos fuimos a tomar otro delicioso capuccino a la terraza que está en lo alto del edificio de Victor Manuel. Preciosas vistas.
Después nos acercamos a ver el Panteón. Me resultó muy curioso ver que el Panteón albergaba una iglesia. Su entrada se parece más a la de un parlamento o algún otro tipo de edificio civil, pero en realidad es un templo religioso. Y más curioso todavía, de planta circular. Todas las iglesias que había visto hasta la fecha eran de plantas rectangulares, todas menos ésta.
Y nada mejor para terminar el día, que pasear por la orilla del río, cruzado por multitud de puentes romanos, y donde al fondo, el Vaticano se levantaba para dar armonía y belleza a la estampa.
Decidimos acercarnos a uno de los bares itinerantes que habían montado a la orilla del río para refrescarnos con la típica bebida romana, spritz la llaman, (a mí no me gustó mucho, la verdad). Y de ahí, repetimos en Trastevere con una deliciosa cena de pizzas y tiramisús.
El domingo, salimos a pasear por la orilla del río y dado que el calor era muy pero que muy sofocante (llegué a echar de menos las tormentas del día anterior), nos fuimos a la playa. Oye, quién me iba a decir a mí, que además de turismo artístico y gastronómico iba a tener tiempo del turismo playero. Pues hubo tiempo para todo.
Y estar en Roma y no probar los helados hubiese sido un pecado. Así que mi homenaje, en honor a mi persona, fue un maravillo helado de chocolate caliente primero, con mezcla de sabores de chocolate, vainilla, y avellana y nata casera para acabar de rematar. Dios, el mejor helado de mi vida!!! Que pena no haber sacado una foto, pero aquel día el sentido del gusto anulaba cualquier otro pensamiento. :)
El Vaticano me impresionó. Nada más entrar, te topabas con la famosa Piedad de Miguel Ángel. Aquella escultura de expresión humana, de sufrimiento de una madre por un hijo, totalmente lograda, que tanto hemos visto en los libros de arte.
También mi visita al Vaticano tuvo un sentido espiritual, religioso. Pero esto me lo guardo para mí.
Después otro premio a la gran espera en el Vaticano. Un delicioso menú muy castizo de bruschette, lasagna, pasta y tiramisú. Delizzioso una vez más!!
Por la tarde, despedida de la Roma atardeciendo desde una alta escalita en el centro.
Y el lunes ya, un paseito mañanero por un barrio muy graffitero. Si es que ya os adelantaba yo que Roma era muy artista!!. Un par de capuccinos entre medias y vuelta para Barcelona con imágenes en mi retina y recuerdos y experiencias en mi memoria que he tratado de recoger aquí.
Muchas gracias Dani, Sandra y Patricia por acompañarme en mi visita a Roma!


































































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